lunes, 21 de noviembre de 2016


CURANDEROS, CHAMANES, SANADORES ,,,,,,,,,,,,,,,,
Farmacopea de la selva
“Cuando yo era niño, mi zona natal fue invadida por una plaga de langosta. Un anciano, vecino nuestro, quemó una “medicina” en su campo para alejarla. Al cabo de unas horas, las langostas habían arrasado todas las cosechas, hierba y árboles de la zona, dejando a todo el mundo con la aterradora perspectiva de una próxima época de hambre. Con mis propios ojos vi. que, a pesar de que todas las cosechas limítrofes estaban devastadas, la cosecha de mi anciano vecino había permanecido intacta. Había oído hablar antes de los increíbles poderes de las “medicinas tradicionales”, pero era la primera vez que las constataba personalmente…”.
Quien esto nos cuenta es un observador excepcional del folcklore, tradición y filosofía africanas, el Dr. John Mbiti. Nacido en Kenia en 1931, John Mbiti tuvo la posibilidad de cursar estudios universitarios en Uganda, Estados Unidos y Gran Bretaña, donde se doctoró en Filosofía. Pese a ello, jamás perdió el contacto directo con su pueblo, al que viajaba cada año. Esta equilibrada mezcla de tradición y formación indígena y occidental hace del Dr. Mbiti una de las opiniones más objetivas y cualificadas sobre la medicina tradicional africana. Sus obras, Concept of God in África (1970), The prayersof África (1975), o African religions and Philosophy, entre otras, son valiosas herramientas para comprender el complejo mundo tradicional africano.
Resulta especialmente interesante el testimonio de un doctor en filosofía, profesor universitario y de marcada formación occidental, que confirma tantos relatos espectaculares sobre los prodigiosos poderes de la “medicina tradicional”.
Este concepto de “medicina tradicional” no se limita al tratamiento de las dolencias físicas del organismo humano, ya que en la particular religiosidad y filosofía tradicional africana, el hombre forma parte de un complejo entramado ontológico en estrecha relación con Dios, los espíritus, los antepasados, los animales y plantas y los objetos y fenómenos sin vida… Por esta razón, en los tratamientos para combatir el mal en cualquiera de sus manifestaciones, la “medicina tradicional” africana utiliza en sus diagnósticos, terapias y remedios, herramientas tan diversas y dispares como trances, ungüentos animales, plantas medicinales, espiritismo, mancias, piedras mágicas, danzas rituales, etc.
En sus estudios, el Dr. Mbiti refleja claramente que las diferenciaciones entre los “especialistas” hechas habitualmente por los antropólogos, a saber: brujos, curanderos, hacedores de lluvia, reyes y sacerdotes, normalmente no existen. Con frecuencia, un mismo personaje realiza varias de esas actividades, ocupando, lógicamente, un importantísimo papel social en la tribu o aldea.
Resulta fácil comprender ese “pluriempleo” de los médicos tradicionales africanos, conociendo la estructura de su sistema de creencias. Creencias en las que resulta incomprensible asumir conceptos como VIRUS, tumor, célula, etc. Cuando un niño enferma de malaria, sus padres no pueden aceptar sencillamente que la picadura de un mosquito originó ese mal. Si ese mosquito picó a su hijo y no a otro niño, es por alguna razón, y esa razón aparece siempre ligada a la actividad de un espíritu o a un acto de hechicería.
Tal vez esa concepción mágica de la enfermedad es la que llevó a los colonos, misioneros y “civilizadores” blancos, a despreciar despóticamente a los médicos tradicionales, acusándolos de charlatanes, estafadores y fraudulentos. Y todavía hoy algunos antropólogos, médicos y demás ralea “racional” repite cuan eco aquellas viajas y pretenciosas voces “civilizadas” que considera un engaño cualquier tipo de medicina no certificada en una universidad… lamentable limitación.
Sin embargo, afortunadamente, cada vez más profesionales comienzan a replantearse que, tras esa compleja red de creencias ancestrales que parapetan la curación de los médicos tradicionales, se ocultan conocimientos valiosísimos para el avance de la medicina.
Algunas de las técnicas, aparentemente absurdas, de los médicos-brujo han resultado ser tremendamente efectivas. Pondré algún ejemplo. La mordedura de las serpientes “mamba-negra” es mortal. Se suponía que una persona muere a los cinco minutos de una mordedura. Sin embargo, inmediatamente después de la mordedura de uno de estos reptiles, el médico tradicional cavaba un agujero en el suelo igual a la estatura de la víctima. Quemaba leña en el agujero y lo cubría de hojas medicinales. Una vez quemada la leña, ponía aparte las brasas y colocaba a la persona, ya aparentemente muerta, en el agujero, cubriéndola seguidamente de más hojas medicinales y colocando nuevamente las brasas sobre esas hojas. El carbón no tocaba el cuerpo, pero éste recibía el efecto benéfico de las hierbas a través de los poros de la piel abiertos por el calor. Inmediatamente, la persona vomitaba y recobraba el conocimiento, tras lo cual el curandero le aplicaba otros remedios hasta su total recuperación. La tribu entonces consideraba que el médico tradicional había resucitado al muerto (existen muchos relatos de estas supuestas resurrecciones aparentemente milagrosas). Recientemente, la ciencia ha llegado a descubierto que la serpiente “mamba-negra” produce una catalepsia a la víctima antes de la muerte real, la cual se produce una hora después de la mordedura.
Efectivamente, no se trata de una resurrección, pero lo cierto es que el médico tradicional sabía, por alguna razón desconocida (probablemente relacionada con la observación de los animales), que el enfermo sólo estaba en coma, y conseguía sanarlo a través de un sistema tan espectacular como éste.
Otro ejemplo: en Zambia existe un tipo de árbol que al ser cortado expulsa un líquido que, al alcanzar el ojo humano daña gravemente la retina en poco tiempo. Cuando esto sucede, el médico tradicional trae a una nodriza. Esa mujer echa unas gotas de leche de sus senos en el ojo herido y éste se recupera inmediatamente.
Para el indígena africano ni la mordedura de la serpiente ni la savia que daña su ojo son casuales. ¿Por qué es precisamente él quien sufre ese daño y no otro? La causa última siempre es localizada en la brujería, los espíritus o similares. De ahí que el remedio físico de urgencia haya de ser complementado por remedios espirituales. Algunospersonajes que tuvimos oportunidad de conocer en Centro-África son sumamente representativos al respecto como Ñao, el hechicero de Ionasa, o Yangia, curandero mozambiqueño.
Estos personajes, como Ñao, presentan un inquietante aspecto. Con el cuerpo protegido por una especie de “armadura” de paja y ancho antifaz, junto con su hacha de piedra, sabrán espantar a los malos espíritus que traen la desgracia. Sus danzas y escalofriantes gritos aterrorizarían al más pintado… vivo o muerto. Doy fé de ello. Pero sería un error detenerse en sus estrambóticas danzas, y en su ridículo aspecto para enjuiciar su magia.Más allá de esas creencias ancestrales, que Ñao heredó de sus mayores, se ocultan los conocimientos de generaciones y generaciones de nativos, que han sabido desentrañar los secretos de la selva, para curar el dolor de sus semejantes…
Fórmulas mágicas y ungüentos secretos
Hace pocas semanas, en un mercado de Noadibou, en la frontera de la República Islámica de Mauritania, podíamos fotografiar a algunos “marabus” (médicos tradicionales islámicos) comercializando sus ungüentos secretos y sus extrañas pócimas mágicas. Pócimas y ungüentos muy similares a las que habíamos visto en otrosmercados parecidos, en otros puntos de Centro-África.
Más allá de los productos vegetales, las sales, las arcillas e incluso los excrementos animales son útiles en la farmacopea de la selva. La boñiga de vaca, por ejemplo, entra en una fórmula contra la hepatitis, la de gallina contra la enuresis, etc.
No es fácil, sin embargo, conocer el contenido íntegro de las recetas tradicionales. Los curanderos, absolutamente discretos en su trabajo, guardan infinidad de secretos. Habitualmente, por ejemplo, presentan a su paciente el remedio molido, precisamente para que no pueda conocer los ingredientes.
Algunos misioneros y cooperantes occidentales, fascinados por esos secretos mágicos, han dedicado su vida a estudiar los efectos curativos de esas formulas secretas, llevándose grandes sorpresas. De hecho, voces tan autorizadas como el Dr. Juan Bartolomé Martín, Coordinador de la Ayuda Humanitaria Española en el Tercer Mundo, y médico con gran experiencia en Somalia, Ruanda, etc., nos confesaba su admiración por los conocimientos botánicos y médicos de los brujos y hechicerostradicionales en África, la India, Sudamérica, etc. “¿Sabes que incluso hay algunos que son capaces de controlar sus constantes vitales hasta casi detener su propio corazón” -nos confesaba el Dr. Bartolomé hace pocas semanas en pleno desierto del Sahara-. Más aún: existen algunos casos en los cuales nativos graduados universitarios de vocación tardía, colgaron de pronto su título para retornar a sus aldeas y convertirse en curanderos.
Eso ha facilitado la convivencia de medicina convencional y curanderismo en África. Hemos visto personalmente muchos ejemplos.
En Nwabala (Malawi) nos reunimos con el Dr. Herman Nknoma (los indígenas llaman doctor a cualquier sanitario o practicante), responsable de un centro médico de la zona. Tras una larga conversación, el Dr. Nknoma nos muestra la “despensa de medicamentos”. La imagen es caótica: una estantería de madera ALBERGA unas cajas de aspirinas, algunas de preservativos, alcohol, vendas y poco más.
“Igual que en otras muchas poblaciones indígenas del mundo -confiesa Herman Nknoma- los médicos no tenemos más remedio que convivir con los curanderos, porque resulta materialmente imposible disponer de medicamentos para todos los enfermos”. Este planteamiento resulta absolutamente comprensible teniendo en cuenta que en algunas semanas, hasta dos mil enfermos han pasado por el centro médico que el Dr. Nknoma dirige con la única ayuda de un grupo de voluntarios mínimamente instruidos. Las palabras del Dr. Nkoma podían haber sido pronunciadas por el farmacéutico de La Habana para resumir la idéntica situación de ambas medicinas…

No hay comentarios:

Publicar un comentario