sábado, 12 de marzo de 2016



TETRAGRAMATRÓN

El Tetragrámaton (que significa “cuatro letras”) es la representación escrita del nombre divino en hebreo.
Yahveh (en hebreo יהוה «YHWH») y sus variantes conjeturales Yahweh, Yahvé, Jah, Yavé, Iehová, Jehovah y Jehová, es el nombre propio utilizado en la Biblia para designar a la deidad suprema de las religiones judeocristianas (en adelante Dios). En su forma hebrea (sin que se sepa su pronunciación exacta) es, en el Antiguo Testamento, la frase que utiliza Dios para referirse a sí mismo, siendo su significado una descripción de su propia naturaleza.
El tetragrámaton en alfabeto fenicio (1100 a. C. a 300), alfabeto arameo (siglo X a. C. a siglo I) y hebreo moderno.
El sentido de los nombres Yahveh (Y H V H) ha sido interpretado de formas muy diversas y se discute su origen cultural. Aunque Elohim siempre dijo que sería llamado Yahveh en el Génesis. En el tiempo que el pueblo fue llevado en esclavitud a Babilonia estaba prohibido pronunciar su nombre, ya que era sagrado, así que fue creada esta interpretación. Al estar formado por cuatro consonantes hebreas —Y (iod), H (hei), V (vav) y H (hei)— se denomina también tetragrámaton (es decir, palabra compuesta de cuatro letras).
La combinación de esas cuatro letras (tetragrama) permitía evadir el problema de cómo leerlo correctamente. Pero la mayoría de los eruditos hacen notar que el verbo hebreo hayah no designa una mera existencia sino una presencia viva y activa, y que, por lo tanto, la frase significa:
“yo llegaré a ser lo que yo quiera” o “Yo seré lo que necesite ser”.
Jehová es una forma del nombre divino reconocida por siglos. En hebreo, lengua que se escribe de derecha a izquierda, se representa con cuatro consonantes, las cuales corresponden a nuestras letras YHWH y se conocen como el Tetragrámaton. El nombre divino también apareció por decenios de esta manera en las monedas europeas.
Dicho nombre está presente también en edificios, monumentos y otras obras de arte, e incluso en himnarios religiosos. Según la obra de consulta alemana Brockhaus Enzyklopädie, en cierto período los príncipes protestantes solían llevar una insignia en la que figuraban una representación convencional del Sol y el Tetragrámaton. Dicho símbolo, incluido también en banderas y monedas, era conocido como la insignia Jehová-Sol. Es patente que los devotos europeos de los siglos XVII y XVIII sabían que el Altísimo tiene nombre y, lo que es más importante, no les daba miedo usarlo.
El nombre divino tampoco resultaba misterioso en la América colonial. Pongamos por caso al revolucionario estadounidense Ethan Allen. Según indican sus memorias, en 1775 instó a sus enemigos a rendirse “en nombre del Gran Jehová”. Posteriormente, el nombre Jehová se menciona con frecuencia en la correspondencia que mantuvieron con el presidente Abraham Lincoln varios de sus asesores. En muchas bibliotecas es posible consultar otros documentos históricos de Estados Unidos que contienen el nombre de Dios. Los ejemplos anteriores tan solo son una pequeña muestra de la importancia que ha recibido dicho nombre a lo largo de los siglos.
Existe un símbolo-objeto esotérico, el pentáculo o estrella de cinco puntas, que en ocasiones también se le denomina tetragrámaton.

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