Los cuadros de los niños llorones de Bruno Amadio
Bruno Amadio, un pintor que pasó sus días con más pena que gloria y al que le ha sobrevivido una leyenda negra y oscura. Su colección “Los niños llorones”, dicen que está maldita, que sus cuadros son una puerta para pactar con el diablo y que terribles desdichas recaen en todos aquellos que se atreven a colgar uno de esos óleos en las paredes de su hogar.
Durante los años 70, surgió la moda de decorar las casas con cuadros de niños llorosos. El autor de los cuadros era supuestamente un tal Bruno Amadio, quien quizá era de origen italiano porque firmaba sus cuadros como “Giovanni Brangolin”.
En dichos cuadros, Giovanni Bragolin, pues con este nombre firmaba sus trabajos, pretendía mostrar el horror de la guerra en las lágrimas de esos niños desdichados y huérfanos, símbolo más que gráfico de las desgracias que dejaba el conflicto bélico allí por donde pasaba. Cuenta la historia que Bruno Amadio pintó un total de 27 cuadros en esta serie y que todos los niños vivían en orfanatos o casas de beneficiencia. Al finalizar la guerra, Amadio se traslada a vivir a España; primero a Sevilla, donde pasa varios años de su vida y más tarde a Madrid, donde se le pierde totalmente el rastro.
Lo terrorífico del caso surge cuando se empezaron a acumular historias de incendios en que lo único que quedaba a salvo de las llamas dentro de la casa calcinada, era uno de los cuadros de niños llorosos que Bruno Amadio creaba, aunque fuese copia y no original. Surgió así la leyenda de que, tener colgado uno de los niños llorosos de Bruno Amadio, equivalía a padecer la maldición de un incendio y de fenómenos paranormales.
La leyenda alcanzó su apogeo en los setenta, y con ello disminuyeron los pedidos de cuadros al punto de que dejaron de realizarse copias. En medio de ese ambiente de superstición, quienes tenían uno de esos cuadros lo destruían o lo guardaban. Inclusive, algunos decían que en ciertas fechas se podía pactar con el Diablo mirando fijamente a los ojos de uno de esos niños, y la imaginación popular voló tanto que se creó la historia del origen de la maldición. Esta historia afirmaba que Bruno había realizado el primero de esos cuadros en base a un niño sufriente de un orfanato, que después de hacer el cuadro el orfanato se incendió, todos murieron y solo el cuadro quedó intacto, albergando de alguna forma el espíritu del niño, y la huella energética del incendio…
© Brujeria de los viejos tiempos, mi Grimorio:
Si lees este texto de mi propiedad en otra página, es señal de que no me han pedido permiso para hacerlo.
Durante los años 70, surgió la moda de decorar las casas con cuadros de niños llorosos. El autor de los cuadros era supuestamente un tal Bruno Amadio, quien quizá era de origen italiano porque firmaba sus cuadros como “Giovanni Brangolin”.
En dichos cuadros, Giovanni Bragolin, pues con este nombre firmaba sus trabajos, pretendía mostrar el horror de la guerra en las lágrimas de esos niños desdichados y huérfanos, símbolo más que gráfico de las desgracias que dejaba el conflicto bélico allí por donde pasaba. Cuenta la historia que Bruno Amadio pintó un total de 27 cuadros en esta serie y que todos los niños vivían en orfanatos o casas de beneficiencia. Al finalizar la guerra, Amadio se traslada a vivir a España; primero a Sevilla, donde pasa varios años de su vida y más tarde a Madrid, donde se le pierde totalmente el rastro.
Lo terrorífico del caso surge cuando se empezaron a acumular historias de incendios en que lo único que quedaba a salvo de las llamas dentro de la casa calcinada, era uno de los cuadros de niños llorosos que Bruno Amadio creaba, aunque fuese copia y no original. Surgió así la leyenda de que, tener colgado uno de los niños llorosos de Bruno Amadio, equivalía a padecer la maldición de un incendio y de fenómenos paranormales.
La leyenda alcanzó su apogeo en los setenta, y con ello disminuyeron los pedidos de cuadros al punto de que dejaron de realizarse copias. En medio de ese ambiente de superstición, quienes tenían uno de esos cuadros lo destruían o lo guardaban. Inclusive, algunos decían que en ciertas fechas se podía pactar con el Diablo mirando fijamente a los ojos de uno de esos niños, y la imaginación popular voló tanto que se creó la historia del origen de la maldición. Esta historia afirmaba que Bruno había realizado el primero de esos cuadros en base a un niño sufriente de un orfanato, que después de hacer el cuadro el orfanato se incendió, todos murieron y solo el cuadro quedó intacto, albergando de alguna forma el espíritu del niño, y la huella energética del incendio…
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